Cultura y vida de los pueblos precolombinos
ESTUDIOS SOCIALES
Producciones intelectuales significativas
Las civilizaciones precolombinas produjeron sus
propias formas de entender la realidad mediante
la observación de los fenómenos naturales y el registro de esas experiencias. Fue así cómo en esas
culturas, las matemáticas, el calendario y la religión tenían estrechos vínculos, ya que las primeras servían para ordenar los conocimientos sobre
astronomía, los que determinaban su calendario,
la actividad agrícola y el culto.
1.1. La matemática
Los mayas y el cero
Los mayas crearon un sistema de numeración
vigesimal parecido al de otras civilizaciones mesoamericanas.
El principal logro de esta civilización fue el desarrollo del concepto del número cero, cerca del
año 36 a. C.
Para los mayas, el cero surgió como una necesidad dado que el sistema numérico era posicional,
es decir, cada símbolo tenía un valor diferente de
acuerdo a la posición en la que se encontraba
dentro de la cifra. El cero era representado por un
caracol.
Como el valor de cada cifra es relativo al lugar
que ocupa, se hacía imprescindible un signo
para indicar la ausencia de unidades.
Pero a pesar de haber empleado el cero,
parece que a los mayas no les interesaba
el concepto de cantidad nula.
Este sistema de numeración se desarrolló, sobre todo, para calcular fechas y
elaborar el calendario.
Los incas y el quipu
En cambio, las matemáticas incas tuvieron mayor aplicación en el campo económico. Desarrollaron una aritmética
sencilla con fines contables, basada en el sistema decimal;
emplearon la suma, la resta, la multiplicación y la división. A
diferencia de los mayas, los incas no utilizaron el cero.
Los incas crearon un sistema de numeración posicional para
representar números y registrar cantidades: un conjunto de
cuerdas con nudos llamado quipu (del quechua khipu, que
significa «nudo»). Cada quipu puede tener de dos a tres mil
cordeles. A su vez, los nudos pueden ser de diversos tipos.
El color de la cuerda indicaba lo que representaba el número representado en dicha cuerda. El blanco para la plata; el
amarillo para el oro; y el rojo para los soldados.
En cada cuerda se hacían nudos para representar un número, empleando un sistema posicional. Para representar el
cero, no se hacía ningún nudo.
Dependiendo del nivel en que se colocaba el número en
la cuerda, representaba la decena de millar, si se colocaba
en lo más alto, y así hasta descender a la unidad, en el extremo inferior de la cuerda.
Por otra parte, los incas desarrollaron un instrumento denominado yupana, que es un ábaco o especie de calculadora utilizada por los contadores (quipucamayos) de la época imperial. El
vocablo quechua yupana, significa «lo que sirve para contar».
La yupana era fabricada con barro, piedra, madera y hueso, en tamaños generalmente de 20 por 30 cm. Llevaba dibujados unos cuadrantes donde se colocaban granos de
maíz. Este sistema se utilizaba para los censos, cuantificar
cosechas y calcular estadísticas.
Los aztecas y sus números de maíz
El sistema de numeración azteca era vigesimal y de tipo aditivo. Se empleaban cuatro
símbolos básicos para los principales números. Dado que la escritura era ideográfica,
como la egipcia antigua, los símbolos numéricos mayas también lo eran.
Como el maíz era el principal cultivo de esta
civilización, los símbolos numéricos estaban
inspirados en ese cereal. Así, el uno era la
vaina de la semilla de maíz; el 20 estaba representado por la bandera empleada para
marcar los límites de un terreno; para el 400,
la figura era una planta de maíz o una pluma, y para el 8000, un costal.
Aritmética propia
Por otra parte, los aztecas desarrollaron un
sistema de fracciones de unidad que les
permitió calcular áreas de superficies, en especial de terrenos agrícolas e inmobiliarios.
No usaban cifras decimales, sino un sistema
similar al inglés en el que los pies y las pulgadas se pueden sumar por separado, pero
también se pueden convertir doce pulgadas en un pie.
Para medir un terreno
cuadrado, se valieron
de un sistema lado por
lado; para áreas con
formas complicadas,
como pentágonos y
hexágonos. Tomaban
un par de lados opuestos para promediarlos,
y multiplicaban el resultante por uno de los
otros lados. En casos
más complejos, dividían
los cuadriláteros en dos
triángulos, usaban la regla de base y dividían el
producto entre dos para
calcular el área.
1.2. El tiempo y los calendarios
En las culturas precolombinas, así como las orientales y la griega clásica, el tiempo era concebido de forma cíclica y no lineal, como en la modernidad occidental.
Por ser culturas eminentemente agrícolas, mayas, incas y aztecas no veían el tiempo como
un devenir pasado-presente-futuro, sino como la sucesión de ciclos naturales: las estaciones
del año, la lluvia y la sequía.
El calendario maya
El sistema de numeración vigesimal maya fue desarrollado para calcular el tiempo.
Dos tipos de calendarios se superponían: el calendario sagrado lunar, llamado Tzolkin, compuesto por múltiplos de 20 y con un total de 260 días; y por otro lado, el Haab, calendario
solar de 360 días, más cinco malos.
En el Tzolkin, el cálculo del tiempo se puede representar por medio de dos ruedas dentadas;
en una se encuentran los números del 1 al 13, y en la otra, los nombres de los días. La rueda
de los números gira hacia la derecha y la de los días, en sentido contrario.
El calendario astronómico inca
El calendario inca se desarrolló a partir
de la observación de los movimientos
del Sol, la Luna y las estrellas, de manera que pudieran aprovechar mejor sus
influencias en el régimen agrario.
Para los incas, el año (huata) de 360
días estaba dividido en doce meses
(doce lunas) de treinta días, más cinco
que agregaba al finalizarlo. Los meses
llevaban nombres de fenómenos naturales o aspectos de la agricultura.
Los yancas (astrónomos) observaban
los solsticios y equinoccios con la ayuda
de trece pilares de piedra (sukanqas),
dispuestos de tal forma que en cada mes, cada uno de ellos
señalaba por dónde salía y se ocultaba el Sol. Con ellos, se
anunciaban las fiestas, los tiempos de siembra y las cosechas.
Las observaciones al Sol permitieron calcular los solsticios
de verano (21 de diciembre), y de invierno (21 de junio). El
territorio del Imperio se extendía entre los hemisferios Norte y
Sur, pues descubrieron la zona ecuatorial, donde el Sol del
mediodía no producía sombra durante el equinoccio.
El reloj solar
Un artefacto para medir el tiempo, producto de la observación al Sol, es el intihuatana, «donde se amarra el Sol». Es una
escultura labrada en granito sobre la que se eleva un cubo
con cuatro caras que miran hacia cada punto cardinal.
La intihuatana servía para determinar las estaciones según
la sombra que daba el Sol a la base del monolito, y permitía
precisar el solsticio de invierno para la fiesta del dios Sol.
Los calendarios aztecas
Los aztecas registraban el tiempo en dos calendarios:
• El solar, de 365 días, llamado xihuitl; estaba compuesto por 18 meses de 20 días, más cinco días
«inútiles».
• El Tonalpohualli, que tenía 260 días repartidos en
trece meses.
La Piedra del Sol
Una de las piezas claves para entender el calendario es la llamada Piedra del Sol, que mide
3,6 metros de diámetro y pesa 24 toneladas
métricas. Estaba colocada en la cima del
templo principal de Tenochtitlán, capital
del Imperio azteca. En ella, fueron esculpidos los nombres de los días y de los años
cosmogónicos, pero no es el calendario,
sino más bien un símbolo ritual del Xiuhtecuthli, el dios viejo y del fuego.
Contenido de los anillos:
La Piedra del Sol está compuesta
por un disco central en el que está
representado el Sol, y lo rodean
cuatro rectángulos con la Leyenda
de los Cuatro Soles.
• Primer anillo. Está dividido en 20
partes con figuras que representan cada día del mes.
• Segundo anillo. Está formado
por ocho segmentos separados
por figuras en V, que simbolizan
los rayos solares.
• Tercer anillo. Está dividido en dos
bandas. La parte superior contiene la fecha final del calendario
y las cabezas de dos serpientes
superpuestas, de cuyas fauces
salen los rostros de Quetzalcóatl,
personificado como Tonatiúh, el
Sol, y de Tezcatlipoca.
• Cuarto anillo. En él están representadas las estrellas.
1.3. Medicina
Si bien, cada civilización prehispánica tuvo sus características propias, no es menos cierto que compartían rasgos comunes. Evidencia de ello es la medicina.
En las civilizaciones indígenas, las enfermedades eran asociadas al ámbito religioso, ya que eran consideradas un castigo por las faltas cometidas. De ahí que la medicina fuese
una actividad practicada por los sacerdotes o shamanes,
quienes ofrecían plegarias y sacrificios a los dioses para que
estos devolvieran el don de la salud al enfermo.
Por otra parte, emplearon medicamentos de origen mineral,
animal, pero sobre todo, vegetal. Tuvieron un conocimiento
extraordinario de las plantas y sus propiedades curativas, que
empleaban en pomadas, pócimas, cataplasmas y buches.
Medicina maya
Los mayas llegaron a tener una clasificación de las enfermedades de acuerdo a sus causas y síntomas, e incluso podían
prevenirlas. También suturaban heridas y trataban fracturas.
Para la cultura maya, la enfermedad era un desequilibrio corporal consecuencia de un mal comportamiento, o era signo
de una fatalidad que vendría sobre
la comunidad, por lo que procurar la salud o el equilibrio
del enfermo era un asunto de interés general.
En el ritual de curación, se implementaban preparados de
plantas, oraciones,
confesiones públicas, ofrendas, sacrificios, baños de purificación y consumo
de psicotrópicos que
hacían entrar al enfermo y al shamán, en
trances místicos.
Existen documentos que recogen la sabiduría maya sobre la medicina. Los principales
son el Ritual de los Bacabes, que revela un gran conocimiento de la botánica, y los códices Dresde y Madrid.
La medicina en el Tahuantinsuyo
Los shamanes incas utilizaban yerbas, minerales, animales
vivos y disecados; oraciones y canciones para sanar a los
enfermos.
También practicaban cirugías: perforaban el cráneo para
extraer las causas del mal, como los espíritus. Para este tipo
de intervenciones, usaban la coca, o alguna otra planta
que adormeciera al paciente, como anestésico local.
Existían varios tipos de médicos: El hampacamayoc se especializaba en plantas; el sancoyoc curaba a base de poderes mágicos; el sirkak se dedicaba a curar fracturas; el
macsa ofrecía sacrificios y el sayac curaba mediante el uso
de granos de maíz.
Gran parte de las enfermedades, conocidas hoy también,
fueron clasificadas por los incas y tenían un tratamiento
para cada una.
Plantas medicinales
En el Imperio inca, en especial en
la región andina, se descubrieron
las propiedades curativas de muchas hierbas, en especial, la hoja de
coca, que además de revertir los malestares causados por la altura, era
utilizada en las danzas ceremoniales
de los shamanes. Pero también muchas otras siguen siendo usadas en
nuestros días, como la hoja de coca,
la maca (revitalizante), uña de gato
(anticancerígeno) y la quinua, alimento nutritivo con propiedades diuréticas, expectorantes y refrescantes. La medicina azteca
Según testimonios de cronistas de la época
de la conquista, como Fray Bernardino de
Sahagún, los habitantes de Tenochtitlán, capital del Imperio azteca, gozaban de buena salud y llegaban a viejos sin haber padecido enfermedades graves, entre otras
razones, por la sabiduría y habilidad de sus
médicos.
Para los pueblos aztecas, la magia, religión
y medicina estaban íntimamente ligadas,
ya que tenían una visión holística del mundo y de la vida.
Las enfermedades eran causadas por
el desequilibrio de la fuerza vital (tonalli)
cuando se transgredía una norma social, lo
cual era castigado por los dioses, quienes
curaban a través de médicos y shamanes.
Distintos especialistas
Los aztecas llegaron a distinguir dos tipos de médicos: los
ticitl, entre los que se encontraban cirujanos, traumatólogos,
pediatras, y otras tantas especialidades. Estos basaban
sus conocimientos en la observación y el estudio de las
propiedades de las plantas. Por otro lado, los shamanes,
hechiceros o nahuallis, quienes empleaban la magia y
las plantas alucinógenas.
Farmacias
En las ciudades aztecas había casas de
expendio de hierbas y preparados para
distintas enfermedades. Estos farmaceutas,
llamados papiani-panamacani, además asesoraban a las personas. Según los cronistas,
entre los fármacos más usados se encontraban los sueros antiofídicos, debido a la gran
variedad de serpientes y alimañas venenosas que había en esa zona de México.
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